Hace poco más de 24 horas vi una de las más grandes exhibiciones de buen fútbol. El Barcelona venció 4-0 al Bayern Munich, en el partido de ida de los cuartos de final de la Liga de Campeones de Europa.
Tardó menos de un tiempo (43 minutos para ser exactos) en apabullar, humillar, aplastar - y muchas cosas más -, al que, según los fanáticos madridistas, era el primer equipo serio al que se enfrentaba la escuadra azulgrana en el torneo internacional .
No recuerdo a ningún otro equipo jugar tan bien como el Barca de Guardiola. Tuve que ponerme a buscar en otros deportes para encontrarles un par. Allí me recordé de los Toros de Chicago de la década de los noventa, líderes indiscutidos de la NBA.
Ese equipo tenía un superdotado llamado Michael Jordan, y varios jugadores buenos, que lucían como dioses cuando él estaba en la cancha.
Lionel Messi es el Jordan del Barcelona. Sus rivales tiemblan cuando tiene la pelota, porque con bastante frecuencia no tienen la mas mínima idea de lo que va a ocurrir en los segundos siguientes.
Con Jordan pasaba igual, el ponía la música - de la mejor, por cierto - y Scottie Pipen y compañía la bailaban, no al mismo ritmo, pero al menos tratando de no pisarle los pies a su pareja.
En el caso del club español, es espeluznante que tipos como Gerard Piqué parezcan habilidosos. La confianza que le da jugar en un club que es capaz de complacer a la tribuna con lujos y obtener resultados, hace que se atreva a salir jugando a ras de piso o distanciarse algunos metros del arco de Váldes.
Jordan fue el mejor jugador de su generación, y de la historia. En las finales el resultado siempre era el mismo. En el juego decisivo, con poco tiempo en el reloj, le pasaban la pelota a Michael. La tomaba, hacía una finta y.... adentro: Chicago campeón.
Messi es el mejor desde hace rato en el fútbol, y apunta a ser el mejor de su generación. Con respecto a Jordan tiene ventaja, a su lado hay futbolistas habilidosos como Iniesta, Xavi, Henry y Eto'o.
Hasta ahora ha hecho al Barcelona ganar partidos, pero no trofeos, al menos no importantes. Da gusto verlo jugar, pero para ganarse el status de inmortal, de indispensable, de héroe; le falta hacer muchas veces más lo que Michael hacía a diario: ganar por sí solo, aunque una ayudita de Eto'o, por ejemplo, no sobra, y demostrar todo los días quién es el más destacado.