"No se le pueden pedir peras al horno", así dijo el prospecto a presidente que la oposición venezolana presentó en 2006.
Recordé esa frase ayer cuando vi la final de la Zona Americana II de la Copa Davis de tenis.
Qué difícil es ligarle a un jugador ubicado en las posiciones 282 (De Armas) y 1.009(Valverdú) del ranking de la ATP.
A los que estamos acostumbrados a ver los Grand Slam y los Masters, nos parece increíble que estos muchachos fallen pelotas a medio metro de la red, se les vayan largas devoluciones en las que hasta tuvieron tiempo de acomodarse para pegarle, y desaprovechen ventajas de tres y cuatro games en un set.
La clasificación de la ATP para algunos no tiene tanta importancia. Pero sí hace la diferencia.
No hablemos de Federer, Del Potro, Roddick o González, que están en la élite, sino de esos jugadores que completan las 100 primeras posiciones. Esos que son capaces de plantarle cara, ojo no ganarle, a los mejores.
En el complejo La Bocha de Santo Domingo, el equipo de Venezuela le puso corazón, argumento con el que ganó el dobles del sábado, pero le faltó tenis.
La escuadra nacional no está en la Zona Americana II por casualidad. Su bajo nivel la condenó a estar allí.
De Armas lo intenta pero es un jugador del montón. No marca diferencias internacionalmente. Y los otros muchachos del equipo deben seguir su ascenso en el deporte.
Fue triste ver a un dominicano, Víctor Estrella, creerse Pete Sampras. Con un golpe de derecha bueno, pero sin nada NADA que lo distinguiera, ganó dos partidos de sencillos y fue el papaupa de la serie en la que los dominicanos se impusieron por 3-2.
La realidad venezolana es simple. Tenemos que apoyar a los nuestros, aún sabiendo que la derrota es posible en una lucha para ver quién es el menos malo, tal y como fue la del fin de semana.
Recordé esa frase ayer cuando vi la final de la Zona Americana II de la Copa Davis de tenis.
Qué difícil es ligarle a un jugador ubicado en las posiciones 282 (De Armas) y 1.009(Valverdú) del ranking de la ATP.
A los que estamos acostumbrados a ver los Grand Slam y los Masters, nos parece increíble que estos muchachos fallen pelotas a medio metro de la red, se les vayan largas devoluciones en las que hasta tuvieron tiempo de acomodarse para pegarle, y desaprovechen ventajas de tres y cuatro games en un set.
La clasificación de la ATP para algunos no tiene tanta importancia. Pero sí hace la diferencia.
No hablemos de Federer, Del Potro, Roddick o González, que están en la élite, sino de esos jugadores que completan las 100 primeras posiciones. Esos que son capaces de plantarle cara, ojo no ganarle, a los mejores.
En el complejo La Bocha de Santo Domingo, el equipo de Venezuela le puso corazón, argumento con el que ganó el dobles del sábado, pero le faltó tenis.
La escuadra nacional no está en la Zona Americana II por casualidad. Su bajo nivel la condenó a estar allí.
De Armas lo intenta pero es un jugador del montón. No marca diferencias internacionalmente. Y los otros muchachos del equipo deben seguir su ascenso en el deporte.
Fue triste ver a un dominicano, Víctor Estrella, creerse Pete Sampras. Con un golpe de derecha bueno, pero sin nada NADA que lo distinguiera, ganó dos partidos de sencillos y fue el papaupa de la serie en la que los dominicanos se impusieron por 3-2.
La realidad venezolana es simple. Tenemos que apoyar a los nuestros, aún sabiendo que la derrota es posible en una lucha para ver quién es el menos malo, tal y como fue la del fin de semana.
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