En los dos primeros días de la Copa del Mundo se anotaron pocos goles.
No hubo Messi que valiera. El gol Argentina contra Nigeria fue un cabezazo de Gabriel Heinze.
Fue una jugada que preparó el entrenador Diego Armando Maradona y su cuerpo técnico, para que el lateral izquierdo entrara solo al área para anotar.
Lo menos riesgoso para un equipo es cuando el rival reanuda el partido con un saque de banda.
Inglaterra sorprendió a Estados Unidos de esa forma. Cuatro jugadores tocaron la pelota antes que Steven Gerrard definiera ante Tim Howard. Otra jugada de pizarra que finalizó en gol.
La mano del experimentado entrenador Carlos Alberto Parreira se notó cuando Suráfrica supo resolver un contragolpe contra México.
En una jugada que se práctica desde las categorías menores. El que inició el ataque se la dio a Tshabalala, que con un zurdazo dejó claro y sin vista al arquero Oscar Pérez.
Son tres ejemplos de que las jugadas prefabricadas resultan, incluso en la Copa del Mundo.
Muchos entrenadores han aplicado esa estrategia, tanto en ataque como en defensa. El riesgo de perder no se puede correr.
Es mejor empatar, que perder y tener que empacar las maletas al concluir la ronda de grupos.
Esas jugadas de laboratorio, que se hacen en los entrenamientos con conos, diferenciando a los jugadores con chalecos de colores y que algunos entrenadores más estudiosos revisan en video, hacen recordar a las tácticas empleadas en el baloncesto.
Aunque en el baloncesto la cancha es más pequeña y la cantidad de jugadores se reduce a menos de la mitad, no se puede negar que es posible organizarse defensiva y ofensivamente, de tal forma de no darle espacios al rival.
En Suráfrica 2010 se nota que los jugadores cada vez más estarán atrapados en esquemas rigidos, y las posibilidades que algún genio frote la lámpara y haga una jugada diferente disminuirán.
No sería raro ver en un futuro a un Phil Jackson, diez veces campeón de la NBA, dirigiendo a un Real Madrid, en el que prepare una estrategia para tratar de anotar en el cobro de un saque de esquina, y otra para defender cuando el rival cobre un tiro libre al centro del área.
Al final, no habrá tantas diferencias. Sólo habrá que explicarle a Mr. Jackson que la cancha es más grande y el partido es más largo.
Para finalizar una jugada decisiva puede encontrar a su Michael Jordan o Kobe Bryant, en Cristiano Ronaldo o Lionel Messi.
Fue una jugada que preparó el entrenador Diego Armando Maradona y su cuerpo técnico, para que el lateral izquierdo entrara solo al área para anotar.
Lo menos riesgoso para un equipo es cuando el rival reanuda el partido con un saque de banda.
Inglaterra sorprendió a Estados Unidos de esa forma. Cuatro jugadores tocaron la pelota antes que Steven Gerrard definiera ante Tim Howard. Otra jugada de pizarra que finalizó en gol.
La mano del experimentado entrenador Carlos Alberto Parreira se notó cuando Suráfrica supo resolver un contragolpe contra México.
En una jugada que se práctica desde las categorías menores. El que inició el ataque se la dio a Tshabalala, que con un zurdazo dejó claro y sin vista al arquero Oscar Pérez.
Son tres ejemplos de que las jugadas prefabricadas resultan, incluso en la Copa del Mundo.
Muchos entrenadores han aplicado esa estrategia, tanto en ataque como en defensa. El riesgo de perder no se puede correr.
Es mejor empatar, que perder y tener que empacar las maletas al concluir la ronda de grupos.
Esas jugadas de laboratorio, que se hacen en los entrenamientos con conos, diferenciando a los jugadores con chalecos de colores y que algunos entrenadores más estudiosos revisan en video, hacen recordar a las tácticas empleadas en el baloncesto.
Aunque en el baloncesto la cancha es más pequeña y la cantidad de jugadores se reduce a menos de la mitad, no se puede negar que es posible organizarse defensiva y ofensivamente, de tal forma de no darle espacios al rival.
En Suráfrica 2010 se nota que los jugadores cada vez más estarán atrapados en esquemas rigidos, y las posibilidades que algún genio frote la lámpara y haga una jugada diferente disminuirán.
No sería raro ver en un futuro a un Phil Jackson, diez veces campeón de la NBA, dirigiendo a un Real Madrid, en el que prepare una estrategia para tratar de anotar en el cobro de un saque de esquina, y otra para defender cuando el rival cobre un tiro libre al centro del área.
Al final, no habrá tantas diferencias. Sólo habrá que explicarle a Mr. Jackson que la cancha es más grande y el partido es más largo.
Para finalizar una jugada decisiva puede encontrar a su Michael Jordan o Kobe Bryant, en Cristiano Ronaldo o Lionel Messi.
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